Intención a la acción

Por Déborah Buiza

@DeborahBuiza

 

Soy una persona muy curiosa. Me gusta aprender cosas, no sólo de mi campo de conocimiento a nivel profesional o laboral, sino hacerlo en distintos espacios que podría considerar ajenos.

Creo que eso me reta, me hace ver las cosas desde distintas perspectivas, y en muchas ocasiones lo que he aprendido en otros espacios me ha servido para hacer mi día a día más rico o fácil.

Por ello, cada año me propongo buscar algo nuevo que aprender, más allá de la academia.

Este año encontré un taller de panqués. La verdad es que si algo me gusta es cocinar. Yo soy una persona que siempre está en busca de nuevas recetas y hace experimentos en la cocina, pero nunca había tomado una clase como tal, así que decidí ponerme el delantal y lanzarme a la aventura.

Siempre he pensado que existen grandes aprendizajes para la vida en los procesos y magia que surgen de la preparación de alimentos, y en este taller me cayeron muchísimos veintes que me encantaría compartirles, pero lo haré poco a poco, a fuego lento dirían.

Después de presentarse, la maestra nos pide hacer lo mismo y compartamos nuestra intención al tomar el taller. Pensé en ese principio que tengo de “todos los años aprender algo diferente, distinto a lo académico”, pero ella se refería a otra cosa (quizá a un tema más espiritual), así que repitió la pregunta ¿cuál es la intención de tomar este taller? ¿Qué intención pondrás al preparar tus panqués?

¡Zaz! ¿Qué intención ponemos a las cosas que hacemos? La verdad, si fuéramos observadores y sinceros, nos daríamos cuenta de que la mayoría de las acciones sólo las realizamos en automático, porque “hay que hacerlas; porque si no las hago yo, nadie las hará; porque siempre se hacen así”, etc., Como quien dice “por rutina”, casi en “automático”.

Un día leí en un letrero de una cafetería: “al tomar tu taza de café, antes del primer sorbo ponle la intención que desees para ese día, puede ser felicidad, alegría, bienestar, lo que tu quieras”. Me gustó mucho esa idea. La pregunta del taller era la misma, ¿qué intención ponemos a las cosas que hacemos?

Esta comida que preparo para mi familia es para… Este mensaje que envío a mis amigas es para… El trabajo que haga hoy en mi oficina es para… Vamos más allá del “…para alimentarlos, para saludarlas, para ganar dinero…”. Si pudieras aderezar tus acciones con otras intenciones, ¿cuáles pondrías?

Quizá podríamos empezar por preguntarnos ¿para qué voy a hacer equis o y griega cosas? Y de ahí explorar para ver qué sale con la respuesta.

Tengo una amiga que siempre dice: “haz todo para tu mayor disfrute”. Amo esa expresión. “Preparo los alimentos para mi familia, para mi mayor disfrute y el de ellos”, suena fabuloso y sin duda le da un sentido totalmente distinto a meterse a la cocina.

¡Inténtalo! ¿Para qué haces lo que haces?

¡Sacúdete del “hacer por hacer”; de esa rutina en la que se perdió el sentido de los actos! Recuerda por qué empezaste a hacerlo y si pudieras darle una intención que te dejara más satisfecho, con el corazón más feliz.

¿Qué intención le pongo hoy a mi día? ¿Diversión? ¿Ilusión? ¿Misterio? ¿Aprendizaje? ¿Amabilidad? ¿Tranquilidad? ¿Gozo…?

Por supuesto que no bastan las buenas intenciones para que las cosas sucedan de la mejor forma, pero ese es otro tema.

Y tú, ¿con qué nuevas intenciones podrías sazonar tus acciones?

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