Tecnología

El estudio sobre información errónea en internet desata una cascada de información errónea

La idea de que las noticias falsas se propagan más rápido que la verdad se ha convertido en casi un axioma de funcionamiento en las redes sociales. Sin embargo esta idea que parece acompañarnos desde hace décadas apenas tiene unos años y surgió de un estudio, publicado en 2018 en la revista Science. En aquel trabajo un equipo de investigadores del célebre MIT analizó los mensajes de aproximadamente 3 millones de usuarios de Twitter donde detectaron alrededor de 126.000 rumores falsos o fake news. Las conclusiones publicadas afirmaban que “La falsedad se difundió significativamente más lejos, más rápido, más profundo y más ampliamente que la verdad en todas las categorías de información, y los efectos fueron más pronunciados para las noticias políticas falsas que para las noticias falsas sobre terrorismo, desastres naturales, ciencia, leyendas urbanas o información financiera”.

Aquel artículo se extendió por todo el mundo y apareció en la mayoría de medios de comunicación influyentes, incluyendo The GuardianThe Spiegel o el propio New York Times que titulaba “Es cierto: las noticias falsas se propagan más rápido y más ampliamente. Y los humanos tienen la culpa”. En realidad, los resultados del artículo no eran nada descabellados y suena lógico que una noticia falsa, exagerada, distorsionada o simplemente inventada, sea capaz de levantar más emociones que una verdadera, consiguiendo que los usuarios se inclinen a compartirla (y de ese modo expandirla) aún más. Una de las razones usadas para explicar estos resultados es que a la gente le gusta la novedad y es más probable que las historias falsas sean más novedosas. En definitiva, las conclusiones parecían razonables. El peso del estudio, el prestigio del MIT y el hecho de que se publicara en Science contribuyeron a asentar esta idea de que las fake news se extienden más rápidamente y de manera más amplia que la verdad.

No todo eran malas noticias. La forma en que estas noticias falsas infectan la red parecía obedecer a un patrón, tanto en extensión como en velocidad, que daba esperanzas a los autores para, en un futuro, desarrollar algoritmos capaces de detectar noticias falsas gracias a su particular expansión.

¿Recuerda el estudio de Science que mostraba que la desinformación viaja más rápido y más lejos que la verdad en redes sociales? Pues estaba equivocado, pero el reanálisis no tuvo tanta repercusión...
¿Recuerda el estudio de Science que mostraba que la desinformación viaja más rápido y más lejos que la verdad en redes sociales? Pues estaba equivocado, pero el reanálisis no tuvo tanta repercusión…

Sin embargo, hace tan solo unos días un interesante artículo en The Atlantic recordaba ese estudio para dar un giro sorprendente a la historia: “¿Recuerdas el artículo de Science que muestra que la información errónea viaja más lejos y más rápido en las redes sociales que la verdad?”, se preguntaba el editor Daniel Engberg en Twitter… “¡Estaba mal! Pero el nuevo análisis no obtuvo tanta cobertura mediática!”

Esta semana en otro artículo, publicado también en Science, el biólogo y divulgador científico Kai Kupferschmidt profundizaba en los efectos de la desinformación en el ámbito de la investigación científica y dejaba un dato inquietante a mitad del texto afirmando que el famoso estudio del MIT no había tenido en cuenta algunos sesgos decisivos en su selección de noticias. Es más, el año pasado, un equipo de investigadores volvió a analizar los datos del MIT, controlando ese sesgo, y no encontraron ningún efecto: «la diferencia entre la velocidad y el alcance de las noticias falsas y las noticias verdaderas desapareció». Esta revisión se publicó en PNAS y concluyó que “el patrón de difusión de las noticias falsas no fue diferente al de las noticias verificadas, llegando a un número similar de personas”.

Tanto Kupferschmidt en su artículo de Science, como Engberg en su texto en The Atlantic señalaban además la evidente paradoja de que el primer artículo del MIT hubiese disfrutado de tanta difusión y citas, mientras que su corrección hubiese pasado desapercibida durante algo más de un año… pero no se vayan todavía, porque aún queda un segundo giro dramático en esta trama de fake news y estudios malinterpretados.

Al poco de redactar su artículo en Science sobre la desinformación, Kupferschmidt escribía un mensaje en Twitter que complicaba todavía más todo este embrollo: ¡Oh, vaya! Esta es una corrección que realmente desearía no tener que escribir… En mi primer gran artículo sobre la desinformación en ciencia, terminé desinformando a los lectores sobre un estudio sobre la desinformación en ciencia.

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¿Qué está ocurriendo? ¿Sigue siendo válido el estudio del MIT en 2018 o la corrección publicada en PNAS lo tira por tierra? La respuesta no es sencilla y la verdad, como suele ocurrir, termina siendo más complicada, extensa y farragosa de explicar.

Resulta que la corrección de PNAS, tan solo corrige las conclusiones del MIT en un segmento más amplio de difusión, mientras que los resultados generales se confirman. Esto significa que las noticias falsas se propagan de manera diferente a las verdaderas: en ocasiones sí que vuelan y se extienden como un virus, mientras que en otros segmentos las diferencias con las noticias reales no son significativas. Kupferschmidt pide disculpas a los autores y recalca que “lo importante es que el estudio en PNAS en realidad confirma las conclusiones básicas del estudio de Science en lugar de contradecirlas”. Aunque eso sí, el patrón en el que se extienden las noticias falsas no es tan diferente a la forma en la que las noticias verdaderas, lo que hará mucho más difícil aquella idea de desarrollar algoritmos que detecten fake news, simplemente por la manera en que se expanden.

En definitiva y resumiendo esta confusa obra en varios actos.

El primer artículo publicado en 2018 se ha convertido en una idea establecida a pesar de que la cobertura mediática ha exagerado sus conclusiones y que sus propios autores han advertido, en reiteradas ocasiones, que el alcance de su investigación está siendo sobreinterpretado.

El segundo estudio, publicado en PNAS en realidad tan solo modifica las conclusiones del primero en algunos segmentos, por lo que no es una rectificación como tal. De hecho, las contradicciones aparentes entre ambos estudios no son suficientes para desterrar la idea general de que las noticias falsas se mueven más rápido y se comparten más que sus correcciones.

Para concluir este pequeño vodevil, es muy posible que los artículos que se han embarrado en esta cuestión para intentar ofrecer algo de luz tan solo hayan conseguido desinformar y crear aún más confusión en los últimos días. En esta última sección incluyo este mismo artículo que ustedes están leyendo ahora… una deliciosa paradoja que, a buen seguro, seguirá dando de qué hablar durante años.

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