Internacional

El regreso de Trump podría empeorar los problemas financieros de las instituciones sanitarias mundiales

La elección de Donald Trump, con su desconfianza hacia las instituciones internacionales y su historial de proponer profundos recortes a la ayuda exterior, ha complicado un panorama peligroso para las organizaciones sanitarias mundiales que de por sí ya se encontraban en una frenética competencia por una cantidad muy reducida de fondos.

Las organizaciones que apoyan los programas sanitarios fundamentales para vacunar a los niños, tratar a las personas con VIH y detener la próxima pandemia mediante acciones de vigilancia de las enfermedades, entre otros objetivos, buscan recibir miles de millones de dólares de los países de altos ingresos.

Su necesidad de ayuda es un reflejo de los crecientes retos sanitarios: las tasas de infección por dengue se están disparando en América Latina. El virus mutado de la viruela símica es cada vez más transmisible entre personas, y se teme que el H5N1, la gripe aviar, también esté evolucionando en su capacidad para propagarse entre los seres humanos. Las muertes por cólera, una antigua plaga, y sarampión van en aumento. El parásito que causa la malaria es cada vez más resistente a los fármacos utilizados para tratarla, y un mosquito invasor de la malaria amenaza varias ciudades africanas.

Las organizaciones que buscan donativos financieros y los países que las financian han ayudado a salvar millones de vidas en los países en desarrollo. La tasa mundial de mortalidad infantil ha bajado más de la mitad en las dos décadas transcurridas desde el año 2000. Las infecciones de paludismo se redujeron drásticamente gracias a la distribución de mosquiteros y mejores medicamentos. El VIH pasó de ser la principal causa de muerte en el mundo a ser una enfermedad crónica bien controlada en muchos lugares.

La realidad de que es poco probable que estas organizaciones obtengan donativos que siquiera se acerquen a la cantidad de dinero que buscan impulsa el debate sobre si debe reestructurarse —y cómo— el actual sistema sanitario mundial.

Las prioridades de salud mundial ahora compiten por financiación con el cambio climático y las guerras, y los presupuestos de ayuda ya se han recortado en los principales países donantes, como el Reino Unido, Alemania y Japón. Las organizaciones sanitarias se preparan para la posibilidad de que el segundo gobierno de Trump también reduzca drásticamente las aportaciones de Estados Unidos.

El presidente Joe Biden, quinto de izquierda a derecha, con otros líderes mundiales durante una conferencia del Fondo Mundial en Nueva York el 21 de septiembre de 2022. El presidente electo Donald Trump ha expresado su escepticismo sobre el valor de la ayuda exterior multilateral. (Doug Mills/The New York Times)

En la actualidad, Estados Unidos proporciona aproximadamente la mitad de toda la ayuda para programas mundiales de salud, más que todos los demás países donantes juntos.

En su primer mandato, Trump sacó a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud y trató de recortar drásticamente las donaciones estadounidenses al Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria y al PEPFAR, programa que le suministra gran parte del tratamiento del VIH a África.

El gobierno de Biden restableció los compromisos de Estados Unidos con la salud pública mundial, reincorporándose a la OMS y haciendo importantes promesas al Fondo Mundial y a otras organizaciones.

Estados Unidos es el mayor donante de Gavi, la organización que le suministra vacunas al mundo en desarrollo. Pero Robert F. Kennedy Jr., candidato de Trump a secretario de Salud, ha hecho todo lo posible para socavar la confianza en las vacunas en todo el mundo a través de su grupo sin ánimo de lucro Children’s Health Defense.

La Casa Blanca no controla directamente el presupuesto de ayuda exterior, y el Congreso no aprobó los recortes a la ayuda propuestos por Trump en su primer mandato. Pero no se sabe si todavía existe la coalición bipartidista que preservó la financiación para estas instituciones. El año pasado, el Congreso reautorizó PEPFAR solo por un año, en lugar de los cinco habituales.

“Recaudar fondos hoy en día es al mismo tiempo más urgente y más difícil, incluso para una organización que realiza un trabajo vital que salva vidas”, declaró Anil Soni, director ejecutivo de la Fundación de la Organización Mundial de la Salud, que busca apoyo para la OMS, la agencia sanitaria de las Naciones Unidas, entre filántropos y el sector privado.

La OMS ha funcionado con un presupuesto integrado por las cuotas de sus miembros y aportaciones extraordinarias de los países y de algunas grandes organizaciones filantrópicas, en particular la Fundación Bill y Melinda Gates. Con la esperanza de obtener fondos más fiables y un presupuesto mayor para respuestas de emergencia, la organización busca ahora 7000 millones de dólares de los países, el sector privado y otras organizaciones benéficas en lo que denomina una “ronda de inversiones”.

Gavi les ha pedido a los donantes 9000 millones de dólares. El Fondo para Pandemias, creado tras el inicio de la pandemia de COVID-19 con el objetivo de estar preparado en caso de un futuro brote mundial, pidió 2000 millones de dólares. PEPFAR necesitará una reautorización a principios del nuevo año.

La institución de nombre inexpresivo Asociación Internacional de Fomento —una rama del Banco Mundial, que es la mayor fuente de fondos para los países en desarrollo, gran parte de los cuales se destina al gasto sanitario— pretende conseguir unos 30.000 millones de dólares.

Por su parte, el Fondo Mundial también tiene una cuenta pendiente. La organización celebró su última ronda de financiación hace dos años y le prometieron 15.800 millones de dólares, pero los donantes solo han entregado 7000 millones de esa cantidad. (Un portavoz del fondo comentó que se ajusta a la pauta habitual de desembolso y que los responsables del fondo no temen no recibir la cantidad total).

Reconociendo la fatiga con la ayuda, sus defensores —incluida la administración de Biden en sus últimos meses— han intentado replantear el apoyo no como un donativo caritativo, sino como una inversión en seguridad mutua, ya que las enfermedades infecciosas no respetan fronteras nacionales.

«Realmente debemos intentar hacer ambas cosas, reconocer que la gente está cansada porque la salud pública ha dominado gran parte de la conversación en años recientes, pero también ayudarle a comprender la importancia de seguir invirtiendo para evitar otra crisis como la de COVID”, explicó Loyce Pace, secretaria adjunta de Asuntos Globales del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos.

Los probables recortes presupuestarios podrían hacer inevitables algunas decisiones difíciles: reducir la misión de las organizaciones u obligarlas a centrarse en los países más necesitados. Gavi, por ejemplo, compra vacunas para países que las necesitan desesperadamente, como Chad y Eritrea, pero también para Kenia y Ghana, donde los sistemas sanitarios son más sólidos, y Nigeria, cuya economía se encuentra en auge.

El tema de la deuda complicará este panorama: además de que se reduce el presupuesto sanitario mundial suministrado por los donantes, muchos países que dependen de él batallan con cargas de deuda enormes. Los países africanos se han endeudado a tasas más altas y con condiciones muy rigurosas que reflejan su mala calificación crediticia. Se espera que este año gasten 74.000 millones de dólares en el servicio de la deuda, más que el total de la financiación sanitaria mundial. Etiopía, por ejemplo, gasta 8 dólares per cápita en salud y 26 dólares per cápita en intereses de su deuda.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ir al contenido