No a la violencia, sí al diálogo circular en bien común

Texto e imagen de Fernando Silva

 

Buena parte en la intención de la comunicación entre seres humanos enfatiza que cada quien comprenda —aunque no se comparta— la opinión y punto de vista de la gente, de la persona con la que conversamos o al transmitir señales mediante un código común (emisor-receptor) teniendo en consideración el respeto y la voluntad de escuchar y entender con atención para intercambiar juicios de valor, conceptos, ideas, discernimientos, emociones, inventivas, pensamientos, experiencias…, entendidos de que las relaciones interpersonales dependen ampliamente de la sensaciones interiores, es decir, procedemos con nuestros semejantes según les observamos, incluso de alguien a quien no conocemos, es recurrente hacer inmediata y simple valoración —positiva o negativa—, lo que influye en nuestro comportamiento y, por ende, de los interlocutores.

Sobre el particular, algo central en la psicología social es la percepción, misma que comprende fundamentalmente dos fases sucesivas:

  1. La selección de información estímulo captada por nuestros sentidos, así como su interpretación y decodificación para un asertivo almacenamiento y/o recuperación en la memoria.

  2. El impulso de sobrepasar los datos colectados con la vaga intención de augurar sucesos y conductas para reducir la sorpresa o la inquietud.

Naturalmente, no podemos pecar de inocencia al no reconocer que hay personas que en lo cotidiano aseguran que les basta con mirar a los ojos de otra persona para «saber» si es confiable o no e, incluso, advertir sus intenciones, lo que nos permite cuestionarnos si es válida esa inferencia o es tan sólo una fiabilidad irracional que puede provocar serias discrepancias o, por lo menos, algún grado de bochorno al no acertar en su pronunciamiento. En concreto, tomar conciencia del poder de esta herramienta y utilizarla inteligentemente en bien de todos, simplemente, nos permitirá entendernos y convivir de mejor manera.

Lo anterior puede ser un inocente proceder en un sinnúmero de latitudes, cuando surgen viles personajes que, haciendo gala de brutal altivez, sacan a relucir su intolerancia, clasismo, racismo y aporofobia, sin entender —por efecto de la mala intención o «ignorancia supina»— que su egoísmo y rapaz aspiracionismo los obceca, al grado de no comprender la trascendencia de elevar la calidad humana con diálogos circulares y acciones en pro del bienestar general. Y peor aún, perversos individuos —mujeres y hombres— que ceñidos por oscuros propósitos y odio, promueven noticias falsas, crisis monetaria, condiciones de alta inflación, ideologías extremistas en bien de intereses económicos y financieros globales controlados por grupos oligárquicos y hegemónicos para imponer su mentado Nuevo Orden Mundial, es decir, ese interés de implantar la internacionalización de la economía en donde el «libre mercado» sea su principal mecanismo regulador, con unipolaridad en lo militar y la supremacía de los Estados Unidos de América que, dicho sea de paso, es un país con enorme deuda pública, como confirmó el 2 de enero de 2024 su Departamento del Tesoro: «El monto total de adeudo supera los 34.7 billones de dólares, lo que asciende al 124 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB), que es de 25 billones de dólares». Y en esa dirección, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que su deuda pública se duplicará para 2053 (¡Oops! en tan sólo 29 años), por lo que la forma en que administra sus políticas fiscales tendrá profundos efectos en la economía global y planteará riesgos significativos para las proyecciones fiscales de referencia en otras economías. Esto, pasando por encima de los derechos y valores humanos; emprendiendo limpieza étnica; asesinando a gente inocente; destruyendo naciones y hurtando los beneficios que se obtienen de todo aquel producto de la naturaleza —material o energético— que sirve para cubrir las necesidades de los pobladores, tal como actualmente sucede en Palestina.

Y sobre el genocidio en la Cisjordania ocupada por la ofensiva israelí en la Franja de Gaza, que ha causado la muerte de más de 40 mil 500 personas, en su mayoría mujeres e infantes, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) dictaminó el viernes 19 de julio de 2024 lo siguiente: «La presencia continua del Estado de Israel en los Territorios Palestinos Ocupados es ilegal. Por once votos a cuatro, el dictamen de la Corte tuvo lugar durante una audiencia pública tras la solicitud de la Asamblea General al órgano de que emitiera una opinión consultiva sobre las consecuencias legales derivadas de las políticas y prácticas de Israel en el Territorio Palestino Ocupado, incluida Jerusalén Oriental. La Corte señaló que Israel está obligado a poner fin a su presencia ilegal lo antes posible, así como a cesar inmediatamente todas las nuevas actividades de asentamiento y a evacuar a todos los colonos. También está obligado a indemnizar por los daños causados a todas las personas físicas o jurídicas afectadas en los Territorios Palestinos Ocupados».

Por consiguiente, si no alzamos la voz con dignidad para repudiar el proceder del primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu y para que se cumpla lo sentenciado por la CIJ, estaremos destapando la «Caja de Pandora» y, con ello, el riesgo de que otras naciones militarmente poderosas ejecuten similares acciones en países que consideren pueden irrumpir y allanar. Por lo tanto, es vital desarrollar y/o fortalecer las políticas de resolución pacífica en la convivencia personal, familiar y social que permitan la equidad, la soberanía, la estabilidad social… y en donde podamos elegir a ministros, jueces y magistrados, como lo será en el caso de los Estados Unidos Mexicanos, donde en cuestión de días se llevará a cabo la «Reforma Constitucional en Materia de Justicia Federal», que implica «…una renovación estructural para generar una justicia más ágil y eficiente, alineándose con los cambios sociales y culturales generados en los últimos años, y para cumplir los llamados de la sociedad mexicana de una justicia expedita».

Claramente, esto lo anhelamos en un entorno constructivo, pacífico, progresista y democrático, en pro de la justicia diligente y sin corrupción, definiendo estrategias con el objeto de prevenir las injusticias en los procedimientos judiciales y denunciando los abusos de todo tipo, abordándolos desde una perspectiva transformadora y con participación activa de la población en el marco del desarrollo equitativo, justo para todos y que promocione protocolos interculturales como instrumento, referencia y medio para establecer un marco preceptivo y cognitivo en la sana coexistencia con nuestros semejantes, lo que representa el encuentro, la relación y la institucionalización de la vida personal y social.

Y como elemental condición, en donde contundentemente procuremos la no violencia y sí el diálogo circular en bien común y de todo ser viviente, algo que parece quimérico, pero que es determinante para la sensata y adecuada evolución de todas las especies, los ecosistemas y de nuestra Madre Tierra.

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